
No es un traidor. Tampoco cambia de bando como oportunista. Ha visto pasar ante él muchos acontecimientos. Todos le parecieron lógicos. Comprende que Báez ha dado un gran impulso a la vida económica del país pero conoce a la vez el precio. Por eso actúa con firmeza pero serenidad cuando tiene que dar la espalda definitiva al hombre con el que antaño estuvo aliado.
Después de la apuesta anexionista y la guerra restauradora considera que se deben estrechar los lazos económicos y sociales con la República de Haití. Busca además en un tratado legalizar el tráfico comercial entre ambas naciones y recaudar con ello unas tasas muy necesarias. Pone las cosas que considera más importantes en orden. Anula sobre todo los acuerdos de Báez con la Samaná Bay Company volviendo a recuperar plenamente la soberanía dominicana sobre la bahía y la península de Samaná.
En 1876 renuncia pero su vida será todavía larga. Volverá a desempeñar un segundo mandato de apenas unos meses en 1876 y un tercero en 1878 en la época llamada de la gran inestabilidad. Intentó buscar respuestas a las grandes cuestiones que estrangulaban la vida de la República. En algunos casos lo logró y en otras erró. Fallece en 1915.
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