Nacido en Santo Domingo en 1840, González es un buen exponente de la fiebre política de su tiempo. Apasionado, romántico, tranquilo a la vez, pragmático y maniobrero, busca sobre todo soluciones y pactos a esa maraña larga en que se ve envuelta la República.
No es un traidor. Tampoco cambia de bando como oportunista. Ha visto pasar ante él muchos acontecimientos. Todos le parecieron lógicos. Comprende que Báez ha dado un gran impulso a la vida económica del país pero conoce a la vez el precio. Por eso actúa con firmeza pero serenidad cuando tiene que dar la espalda definitiva al hombre con el que antaño estuvo aliado.
Después de la apuesta anexionista y la guerra restauradora considera que se deben estrechar los lazos económicos y sociales con la República de Haití. Busca además en un tratado legalizar el tráfico comercial entre ambas naciones y recaudar con ello unas tasas muy necesarias. Pone las cosas que considera más importantes en orden. Anula sobre todo los acuerdos de Báez con la Samaná Bay Company volviendo a recuperar plenamente la soberanía dominicana sobre la bahía y la península de Samaná.
En 1876 renuncia pero su vida será todavía larga. Volverá a desempeñar un segundo mandato de apenas unos meses en 1876 y un tercero en 1878 en la época llamada de la gran inestabilidad. Intentó buscar respuestas a las grandes cuestiones que estrangulaban la vida de la República. En algunos casos lo logró y en otras erró. Fallece en 1915.
0 comentarios:
Publicar un comentario