Francisco Gregorio Billini


Francisco Gregorio Billini(1844-1898) Escritor, político y pedagogo Dominicano. Presidente de la República (1884-1885), renunció tras negarse a limitar la libertad de imprenta. Es autor de la novela costumbrista Baní o Engracia y Antoñita (1892) y de diversas obras dramáticas.

Nació en Santo Domingo el 25 de abril de 1844. Escritor, periodista, educador y político. Hijo de Hipólito Billini y María de Regla Aristy. Hizo sus estudios primarios y secundarios en su ciudad natal en el Colegio del Padre Boneau. Luego pasó al Seminario Conciliar Santo Tomás de Aquino donde fue discípulo de Fernando Arturo de Meriño. Su militancia en el partido Azul y su convicción de que el país debía preservar su independencia, lo motivó a participar en la Guerra de la Restauración de 1863-1865. Su repudio a la política antipopular de Buenaventura Báez le costó el destierro en 1868. A su regreso al país se desempeñó como funcionario público llegando a ser Diputado por Azua (1874), Ministro de Guerra y Marina (1880) y Presidente del Senado y del Congreso (1882). En 1884, después de una reñida contienda electoral en la que venció a Casimiro Nemesio de Moya, fue elegido Presidente de la República. Tomó posesión del cargo el 1ro. de septiembre de 1884 y renunció al mismo el 16 de mayo de 1885, Su inesperada dimisión desconcertó a muchos de sus adeptos. En 1890 a raíz de la muerte de su tío, el filántropo Padre Francisco Xavier Billini, asumió la dirección del Colegio San Luis Gonzaga. Fundó el periódico El Eco de la Opinión (Marzo de 1879), que circuló por más de veinte años y se convirtió en el paradigma de un periodismo reflexivo combinado con pormenorizadas reseñas noticiosas.[1] Colaboró asiduamente con El Nacional, El Cable, Letras y Ciencias, El Mensajero y El Patriota. Su aporte más relevante de Billini a literatura nacional es la novela Baní o Engracia y Antoñita (1882), en la que enjuicia el comportamiento político-social y las costumbres de los banilejos decimonónicos. Murió en Santo domingo el 28 de noviembre de 1898.

En 1998 sus restos mortales fueron trasladados al Panteón Nacional de Santo Domingo por disposición del Presidente Leonel Fernández.

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